sábado, 2 de octubre de 2010

Abel y Caín

Raza de Abel, duerme, bebe y come;
Dios te sonríe complaciente.

Raza de Caín, arrástrate
en el fango y muere miserablemente.

Raza de Abel, tu sacrificio
¡agrada al olfato del Serafín!

Raza de Caín, tu suplicio
¿acabará alguna vez?

Raza de Abel, ves prosperar
tus siembras y tu ganado;

Raza de Caín, tus entrañas
aúllan hambrientas igual que un perro viejo.

Raza de Abel, calienta tu vientre
en tu hogar patriarcal;

Raza de Caín, tiembla de frío
en tu antro, ¡pobre chacal!

Raza de Abel, ¡ama y prolifera!,
tu oro también se multiplica;

Raza de Caín, ardiente corazón,
guárdate de esos grandes apetitos.

Raza de Abel, tú creces y roes
¡como las chinches la madera!

Raza de Caín, arrastra
por los caminos a tu arruinada familia

II
¡Ah!, raza de Abel, tu carroña
¡abonará el humeante suelo!

Raza de Caín, tu tarea
no ha sido aún acabada;

Raza de Abel, para tu vergüenza,
¡las cadenas fueron vencidas por el venablo!

Raza de Caín, sube al cielo,
¡y arroja a Dios sobre la tierra!

Baudelaire

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Esta época instruida

Esta época instruida

Se tira pedos

Esta época instruida

Camino despacio

Esta época instruida

Se acuerda de sus abuelas

Esta época instruida

Toma diuréticos, presión arterial alta,

Vigila la sal y el azúcar

Esta época instruida come menos carne, algunos

Hace una década que dejaron de fumar

Unos dejan el café, otros lo toman fuerte

Esta época instruida presenció

Los funerales de sus mejores amigos, llamó a

Hijas y nietas por teléfono

Unos conducen, otros no, unos cocinan,

Otros no

Esta época instruida

A menudo

No dice nada.

lunes, 20 de septiembre de 2010

´Qué ha muerto?

¡Puta de ti!

En ese tiempo vivivía en la Luna. El placer terrenal a mí se me prohibió. Cultivaba violetas, cantaba felizmente y a los gatos recogía yo.

¡Ah, puta de ti! ¡Ah, pobre de mí!

Un día de lluvía golpearon mi aldaba. Sin demora fui a abrir, sin duda otro michino. Ay señor, el felino que el viento me envíaba eras tú, eras tú.


¡Ah, puta de ti! ¡Ah, pobre de mí!

Ojos rasgados color de pistacho. Tu patita de pana rozó mi corazón. Por suerte para mí no tenías mostacho y tu virtud fue pompa de jabón.


¡Ah, puta de ti! ¡Ah, pobre de mí!

Al norte y sur de mi vida bohemia, decidiste pasear tu fuego juvenil. Y para mí y mis gatos, flores y poemas fuiste lluvia, fuiste sol de abril.


¡Ah, puta de ti! ¡Ah, pobre de mí!

Pero la hoz del tiempo ciegavino ya ha logrado dejar marchito nuestro amor. Pues quemaste mis versos, golpeaste al minino y le echaste gasolina a la flor.


¡Ah, puta de ti! ¡Ah, pobre de mí!

El colmo al fin, miserable marsopa. Como ya en mi cocina no había ni un pan, fue correr sin vergüenza a por una escalopa al lecho del carnicero Germán.


¡Ah, puta de ti! ¡Ah, pobre de mí!

Todo acabó, quedó atrás el mal rato. Renuncié a tus amores y volví en tren a la Luna, llevando mis cuernos, mis gatos y mis cantos y flores también.


¡Ah, puta de ti! ¡Ah, pobre de mí!

De Brassens, como no xD. Traducción de Paralta.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Como Ulises

Yo, como Ulises, he sido de Penélope el marido, y me alejé de esa joya por unirme a Agamenón, que iba a la guerra de Troya, me pedía el cuerpo acción. Y tuve acción, tuve guerra, ríos de sangre por tierra y, entre hecatombes y vino, Aquiles, casi divino. Y el mejor de mis engaños, un caballo de madera. Y Aquiles que desespera y muere. Fueron diez años.

Y me volví para casa, puse de Ítaca al rumbo y ya sabéis lo que pasa, doy un tumbo y otro tumbo. Y, ¿qué queréis que uno haga si al primer tumbo me tumbo en lecho de una maga? Baste deciros que tanto fue de Calipso el encanto que me acosté en aquel lecho un par de años, quizá tres, y siempre estaba desecho, pero el tiempo es como es. Y rompe el encanto un día y sigues tu travesía, resistes a duras penas cánticos de las sirenas, y visitas el Infierno donde Aquiles y tu madre, aunque Cerbero les ladre, tienen frío y es eterno.

Y otra vez de vuelta a casa, otra vez de Ítaca al rumbo y ya sabéis lo que pasa doy un tumbo y otro tumbo y, otra vez mi suerte aciaga y, esta vez casi sucumbo en el lecho de otra maga. Circe de turbio recuerdo me quería para cerdo. Lo fueron mis camaradas, a mí me salvó algún dios. Y le afeé sus cerdadas:¡ Que te zurzan, Circe, adiós!

Y al mar me dicta mi instinto, al mar que es un laberinto. Y sopla un viento contrario y doy con un sanguinario Cíclope vil, Polifemo. Aunque me tuvo a su antojo, era un borracho y un memo. Le clavé un palo en el ojo. Nadie, gritaba, me ciega, nadie gritaba acusica. Con Poseidón no se juega y naufrago hacia Nausica, linda princesa feacia, a quien traté en plan colega con extrema diplomacia. Y me alojé en el palacio de su padre, el rey feacio, y me contaron mi historia sin saber que yo era yo, y en un momento de euforia mi gloria me descubrió: señores, sí, soy Ulises, vuelvo de muchos países, debo seguir navegando, Ítaca me está esperando. Me ofrecieron un navío, y remeros los mejores. Y zarpé hacia mis amores, mi Penélope y el crío.

Ítaca al fin, veinte años Ítaca al fin no son nada, unos cuantos desengaños y es el mar agua pasada. Me disfracé de mendigo: vi a Penélope casada, con un antiguo enemigo. Ahora soy un ex-marido, un ex-padre y he sabido, que guardó un tiempo mi ausencia, bordando que era un primor, que se agotó su paciencia, que rompió su bastidor. En uno de sus repentes, y a uno de sus pretendientes parece ser que le dijo: Padre serás de mi hijo y tendremos otros varios, Ulises si es que regresa, se llevará una sorpresa, me lo dicta mis ovarios.

Y ahora, perdido mi rumbo, ahora voy adonde sea, un tumbo doy y otro tumbo y prosigo mi Odisea en otras tristes canciones. Sólo Hermes y Atenea comparten mis libaciones.

Javier Krahe.

sábado, 5 de junio de 2010

LA MOCHILA Y EL CURRICULUM.

Llueve a ratos, y Madrid está frío y desapacible. Pasan paraguas al otro lado del escaparate de la librería de mi amigo Antonio Méndez, el librero de la calle Mayor. Estamos allí de charla, fumando un pitillo rodeados de libros mientras Alberto, el empleado flaco, alto y tranquilo, que no ha leído una novela mía en su vida ni piensa hacerlo -«ni falta que me hace», suele gruñirme el cabrón- ordena las últimas novedades. En ésas entra un chico joven con una mochila a la espalda, y se queda un poco aparte, el aire tímido, esperando a que Antonio y yo hagamos una pausa en la conversación. Al fin, en voz muy baja, le pregunta a Antonio si puede dejarle un currículum. Claro, responde el librero. Déjamelo. Y entonces el chico saca de la mochila un mazo de folios, cada uno con su foto de carné grapada, y le entrega uno. Muchas gracias, murmura, con la misma timidez de antes. Si alguna vez tiene trabajo para mí, empieza a decir. Luego se calla. Sonríe un poco, lo mete todo de nuevo en la mochila y sale a la calle, bajo la lluvia. Antonio me mira, grave. Vienen por docenas, dice. Chicos y chicas jóvenes. Cada uno con su currículum. Y no puedes imaginarte de qué nivel. Licenciados en esto y aquello, cursos en el extranjero, idiomas. Y ya ves. Hay que joderse.

Le cojo el folio de la mano. Fulano de Tal, nacido en 1976. Licenciado en Historia, cursos de esto y lo otro en París y en Italia. Tres idiomas. Lugares, empresas, fechas. Cuento hasta siete trabajos basura, de ésos de tres o seis meses y luego a la calle. Miro la foto de carnet: un apunte de sonrisa, mirada confiada, tal vez de esperanza. Luego echo un vistazo al otro lado del escaparate, pero el joven ha desaparecido ya entre los paraguas, bajo la lluvia. Estará, supongo, entrando en otras tiendas, en otras librerías o en donde sea, sacando su conmovedor currículum de la mochila. Le devuelvo el papel a Antonio, que se encoge de hombros, impotente, y lo guarda en un cajón. Él mismo tuvo que despedir hace poco a un empleado, incapaz de pagar dos sueldos tal y como está el patio. Antes de que cierre el cajón, alcanzo a ver más fotos de carnet grapadas a folios: chicos y chicas jóvenes con la misma mirada y la misma sonrisa a punto de borrárseles de la boca.

España va bien y todo eso, me digo. La puta España. De pronto la tristeza se me desliza dentro como gotas frías, y el día se vuelve más desapacible y gris. Qué estamos haciendo con ellos, Maldita sea. Con estos chicos. Antonio me mira y enciende otro cigarrillo. Sé que piensa lo mismo. En qué estamos convirtiendo a todos esos jóvenes de la mochila, que tras la ilusión de unos estudios y una carrera, tras los sueños y el esfuerzo, se ven recorriendo la calle repartiendo currículum en los que dejan los últimos restos de esperanza Licenciados en Historia o en lo que sea, ocho años de EGB, cinco de formación profesional, cursos, sacrificios personales y familiares para aprender idiomas en academias que quiebran y te dejan tirado tras pagar la matrícula. Indefensión, trampas, ratoneras sin salida, empresarios sin escrúpulos que te exprimen antes de devolverte a la calle, políticos que miran hacia otro lado o lo adornan de bonito, sindicatos con más demagogia y apoltronamiento que vergüenza. Trabajos basura, desempleos basura, currículums basura. Y cuando el milagro se produce, es con la exigencia de que estés dispuesto a todo: puta de taller, puta de empresa, boca cerrada para sobrevivir hasta que te echen; y si tienes buen culo, a ser posible, deja que el jefe te lo sobe. Aún así, chaval, chavala, tienes que dar las gracias por los cambios de turno arbitrarios, los fines de semana trabajados, las seiscientas horas extras al año de las que sólo ochenta figuran como tales en la nómina. Y si encima pretendes mantener una familia y pagar un piso date con un canto en los dientes de que no te sodomicen gratis. Flexibilidad laboral, lo llaman Y gracias a la flexibilidad de los cojones se han generado, dice el portavoz gubernamental de turno tropecientos mil empleos más, y somos luz y fan de Europa. Guau. Gracias a eso, también, un chaval de veintipocos años puede disfrutar de la excitante experiencia de conocer ocho empleos de chichinabo en tres o cuatro años, y al cabo verse el la calle con la mochila, buscándose la vida bajo la lluvia. Partiendo una y otra vez de cero. Flexibilidad laboral. Rediós. Cuánto eufemismo y cuánta mierda. A ver qué pasa cuando, de tanto flexionarlo, se rompa el tinglado y se vaya todo al carajo, y en vez de currículums lo que ese chico lleve en la mochila sean cócteles molotov.

Arturo Pérez Reverte

viernes, 4 de junio de 2010

Ya no hay locos en España

Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto y ... ni en España hay locos.
Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.
Oíd ... esto,
historiadores ... filósofos ... loqueros ...
Franco ... el sapo iscariote y ladrón en la silla del juez repartiendo castigos y premios,
en nombre de Cristo, con la efigie de Cristo prendida del pecho,
y el hombre aquí, de pie, firme, erguido, sereno,
con el pulso normal, con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas y en su lugar los huesos ...
El sapo iscariote y ladrón repartiendo castigos y premios ...
y yo, callado, aquí, callado, impasible, cuerdo ...
¡cuerdo!, sin que se me quiebre el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio? (yo pregunto, loqueros).
¿Cuándo enloquece el hombre? ¿Cuándo, cuándo es cuando se enuncian los conceptos
absurdos y blasfemos
y se hacen unos gestos sin sentido, monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice por ejemplo:
No es verdad. Dios no ha puesto
al hombre aquí, en la Tierra, bajo la luz y la ley del universo;
el hombre es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas del mono y del camello?
¿Cuándo si no es ahora (yo pregunto, loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos y se quedan abiertos, inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian las funciones del alma y los resortes del cuerpo
y en vez de llanto no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora, ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos
que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora ... ¿cuándo se pierde el juicio?
Respondedme loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto
y ... ¡Ni en España hay locos! ¡Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo! ...
¡Qué bien marcha el reloj! ¡Qué bien marcha el cerebro!
Este reloj ..., este cerebro, tic-tac, tic-tac, tic-tac, es un reloj perfecto ...,
perfecto, ¡perfecto!

León Felipe

miércoles, 19 de mayo de 2010

Entrada del Ulises 2

El ritmo empieza, lo ves. Lo oigo. Tetrámetro acataléctico de yambos marchando. No, al galope: deline la mar.
Abre los ojos ahora. Lo haré. Un momento. ¿Se ha desvanecido todo desde entonces? Si abro y me encuentro para siempre en lo adiáfano negro. ¡Basta! Veré si puedo ver.
Mira ahora. Ahí todo el tiempo sin ti: y siempre estará, por los siglos de los siglos.

Descendieron por las escalinatas de Leahy Terrace prudentemente, Frauenzimmer y por la inclinada orilla lánguidamente, sus pies planos hundiéndose en la arena sedimentada. Como yo, como Algy, descendiendo a nuestra poderosa madre. La número uno balanceaba patosamente su bolso de matrona, el paraguón de la otra hurgaba en la arena. Del barrio de Liberties, día de paseo. Mrs. Florence MacCabe, viuda del extinto Patk MacCabe, sinceramente llorado, de Bride Street. Una de su hermandad me sacó guañiendo a la vida. Creación desde la nada. ¿Qué tiene en el bolso? Un engendro con el cordón umbilical arrastrando, amorrado en paño bermejo. El cordón de todos enlaza con el pasado, cable cabitrenzado de toda carne. Por eso los monjes místicos. ¿Querríais ser como dioses? Miraos vuestro omphalos. ¡Oiga! Aquí Kinch. Póngame con Villaedén. Alef, alfa: cero, cero, uno.

Esposa y compañera de Adán Kadmon: Heva, Eva desnuda. Ella no tenía ombligo. Mirad. Vientre sin
mácula, bien abombado, broquel de tensa vitela, no, grano blanquiamontonado naciente e inmortal, que existe desde siempre y por siempre. Entrañas de pecado.

Entrañado en la oscuridad pecaminosa estuve yo también, concebido no engendrado. Por ellos, el hombre con mi voz y mis ojos y una mujer fantasmal de aliento a cenizas. Se ayuntaron y desjuntaron, cumplieron la voluntad del apareador. Desde antes de los tiempos Él me dispuso y ahora no puede disponer lo contrario ni nunca. Una lex eterna Le atenaza. ¿Es ésa pues la divina sustancia en la que el Padre y el Hijo son consustanciales? ¿Dónde está el pobre de Arrio para meterse dentro y ver qué pasa? Guerreando de por vida por la contransmagnificandjudeogolpancialidad. ¡Aciago heresiarca malogrado! En un excusado griego exhaló su último suspiro: euthanasia. Con mitra de abalorios y con báculo, instalado en su trono, viudo deuna sede viuda, con omophonon envarado, con posaderas aglutinadas.

Los vientos potreaban a su alrededor, vientos cortantes y apasionados. Llegan, las olas. Los hipocampos crestiblancos, tascando, embridados en fúlgidos céfiros, los corceles de Mananaan.

No debo olvidar su carta para la prensa. ¿Y después? El Ship, doce y media. Por cierto lleva cuidado con ese dinero como buen joven imbécil. Sí, debo hacerlo.

Aflojó la marcha. Veamos. ¿Voy a casa de tía Sara o no? La voz de mi padre consustancial. ¿Te has topado últimamente con tu hermano Stephen el artista? ¿No? ¿Seguro que no está en Strasburg Terrace con su tía Sally? ¿Es que no sabe volar más alto que eso, eh? Y y y y dime, Stephen ¿cómo está el tío Si? ¡Ay, por Cristo bendito en lo que me he metido! Los zagales subidos en lo alto del pajar. Ese contable de pacotilla borracho y su hermano, el cometa. ¡Muy respetables gondoleros! Y el bizco de Walter tratando de señor a su padre ¡nada menos! Señor. Sí, señor. No, señor. ¡Ay, Jesús crucificado: no me extraña! ¡Por Cristo!

Tiro de la campana resollante de la casita cerrada: y espero. Me toman por un cobrador, escudriñan desde un punto estratégico.
-Es Stephen, señor.
-Déjalo entrar. Deja entrar a Stephen.
Un cerrojo que se descorre y Walter me da la bienvenida.
-Pensábamos que eras otra persona.
En su cama ancha siyo Richie, almohadillado y envuelto en una manta, extiende sobre el montículo de sus rodillas un antebrazo membrudo. El pecho limpio. Se ha lavado la parte de arriba.
-Buenas, sobrino. Siéntate y anda.
Deja a un lado la bandeja donde garrapatea los costes para los ojos de don Dundo y de don Shapland Tandy, archivando poderes e investigaciones y un mandamiento de Duces Tecum. Un marco de aliso sobre su cabeza calva: el Requiescat de Wilde. El zureo de su silbido equívoco hace volver a Walter.
-¿Sí, señor?
-Güisqui de malta para Richie y Stephen, díselo a madre. ¿Dónde está?
-Bañando a Crissie, señor.
La compañerita de cama de papá. Cachito de amor.
-No, tío Richie ....
-Llámame Richie. Maldita sea tu agua de litina. Te rebaja. ¡Güisqui!
-Tío Richie, de verdad ....
-Siéntate o demontres que te tumbo.
Walter se despestaña en vano buscando una silla.
-No tiene dónde sentarse, señor.
-No tiene dónde ponerlo, bobo. Trae la silla chippendale. ¿Te gustaría comer algo? Nada de tus malditos remilgos en esta casa. ¿Una buena loncha de panceta frita con un arenque? ¿De veras? Pues tanto mejor.
No hay nada en la casa salvo píldoras para los dolores de espalda.
All’erta!

lunes, 17 de mayo de 2010

Anécdotas Uliseicas

-¿La cuenta, señor? dijo, deteniéndose. Bueno, son siete mañanas una pinta a dos peniques hacen dos sietes lo que hace un chelín y dos peniques por un lado y estas tres mañanas un cuarto a cuatro peniques hacen tres cuartos lo que hace un chelín. Eso hace un chelín y uno con dos eso es dos con dos, señor.

Y un acertijo:

El gallo ha cantado,
el cielo cobalto:
campanas en las alturas
dan las diezy una.
Hora es que esta pobre alma
ascienda a las alturas.

Qué es?


El zorro enterrando a su abuela bajo un acebo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Donde se cuenta la historia del intento de destruir a un "catus" por parte de su propietario

Érase que se era un hombre que odiaba a su gato, ya que parecía que todo lo que hacía éste era para joderle, ya sea estropearle la siesta, llenarle de pelos el sofá, arañarle cuando quería acaricirale u ocupar el sofá justo cuando él iba a recostarse...en fin, una pesadilla de gato. Solución, eliminarlo.

Pensó cómo liquidarlo: "Ya sé, lo meteré en un saco y lo llevaré al bosque y seguro que no sabrá volver". Acto seguido lo mete en un saco y se lo lleva allí abandonándolo. Feliz, vuelve a su casa. Abre la puerta y, sorpresa, el felino, como el dinosaurio, seguía allí.

Tenía que idear más y en éstas pensó: "Ya sé, lo meteré en el saco y me lo llevaré a la montaña, donde seguro que no sabrá volver". Acto seguido coge al gato y se lo lleva a una montaña y lo abandona dentro del saco. Vuelve a su casa "et voilà", hételo allí esperando su ración de comida relamiéndose muy felizmente.

Ocurriósele lanzarlo al mar en un saco lleno de piedras y candado de acero para que se hundiera y falló. También se lo llevó a la Antártida para que muriera congelado y casi es él el que se congela. Igual resultado tuvo llevárselo al volcán Eyjafjalla y tirarlo por el cráter, pero antes de hacerlo el gato había desaparecido y acabó cayéndose él. Conclusión, el hombre directo al hospital con quemaduras de quinto grado y el gato con él a hacerle compañía...¿o tendría que decir a jodérsela?

Todo cubierto de potingues, el hombre seguía maquinando. Y de tanto pensar y pensar que le salieron ampollas y quemaduras mentales, pero encontró LA SOLUCIÓN. Era tan destructiva y mortal que ni a Nietzsche se le hubiera ocurrido. Llevaría al gato hasta la Luna. Exclamó: "¡Eureka, de ésta sí que no te salvas, maldito cabrón roba-sofás! ¡Muajajajaja!".

Ya recuperado, coge la caja, bien la encadena y sella y se marcha. Va hasta la estación espacial y se compra un billete dirección la Luna como el que se compra un billete dirección Moncada. Ya allí, coge la caja, la abre para finalizar el trabajo que casi le cuesta la vida y en éstas exclama: "¡Mierda, me he olvidado de meter el gato!¡Noooo!".

Desgraciadamente, el "pobre hombre" no tiene combustible para volver a su casa y está condenado a morir en aquel paraje solo y asfixiado. O debería decir afortunadamente pues definitivamente se había librado del gato...¿o el gato se había librado de él? Nunca lo sabremos.

martes, 16 de marzo de 2010

Que cuenta sobre el secuestro de la princesa por el dragón y posterior rescate del caballero

Érase una doncella de esas con muchos talentos en arcones, pero velluda como pocas mujeres hubiere que era muy infeliz porque aún no había encontrado con quien desposar debido a su piloso problema.

Un día, harta de no encontrar con quien desposar, la doncella convenció a un dragón amigo suyo para que la secuestrase. Éste la llevó hasta la torre más alta de cuya existencia se tienen noticias incluso en nuestros días y allí moró ella hasta la llegada del supuesto príncipe o similar que viniere a rescatarla.

Y la princesa esperó, y esperó pero ningún hombre hubo de venir. Tanto tiempo esperó, que en vez de doncella era ya Neanderthal. Su vellosidad, superlativa, dejaba como un imberbe al mismísimo Matusalén.

Pero un buen día, o no tan bueno, hubo de aparecer por esos lugares un caballero de armas en astillero con escudero, más bien panadero. La mujer, rauda, descendió las innumerables escaleras de aquella torre y empezó a gritar: "Noble caballero! Este dragón me tiene secuestrada desde ha cinco años no más e ningún hijo de algo ha venido a rescatarme desde aquellos tiempos. ¡¡Auxilio!!". El caballero se lanzó presto a socorrerla del temible dragón pese a que su escudero le advertía: "No vaya señor, que es más bien ogro que no doncella!". Pero su señor hízole oídos sordos y siguió a la carga.

Y llegó el momento más esperado de esta aventura que aquí le he de narrar, el momento de la acometida entre el feroz dragón y el valiente caballero. El caballero dispúsose a entablar combate con tamaña bestia, mas antes quería la bendición de su dama y que le entregara ella una prenda, con la cual ni el mismísimo Hércules osárale batalla prestar. Mas el caballero descubrió que la doncella no era doncella de buen ver, sino, como ya le advirtió su escudero, ogro horrible y espeluznante y más piloso de cuantos de éstos había encontrado en sus aventuras. El caballero, asustose, y exclamó con vehemencia: "¿Qué monstruosidad es ésta? ¡En la vida mía vide semejante criatura repulsiva como la que tengo enfrente! ¡Pancho, trae la catapulta que habemos de aplastar el horrible monstruo!"

Y dicho y hecho, Pancho trujo la catapulta y dispararon un trallazo que aplastó a la noble princesa hirsuta, ante la incredulidad del dragón, cuyas memorias hemos de guardar en este mecanoscrito por los siglos de los siglos.

FIN