miércoles, 19 de mayo de 2010

Entrada del Ulises 2

El ritmo empieza, lo ves. Lo oigo. Tetrámetro acataléctico de yambos marchando. No, al galope: deline la mar.
Abre los ojos ahora. Lo haré. Un momento. ¿Se ha desvanecido todo desde entonces? Si abro y me encuentro para siempre en lo adiáfano negro. ¡Basta! Veré si puedo ver.
Mira ahora. Ahí todo el tiempo sin ti: y siempre estará, por los siglos de los siglos.

Descendieron por las escalinatas de Leahy Terrace prudentemente, Frauenzimmer y por la inclinada orilla lánguidamente, sus pies planos hundiéndose en la arena sedimentada. Como yo, como Algy, descendiendo a nuestra poderosa madre. La número uno balanceaba patosamente su bolso de matrona, el paraguón de la otra hurgaba en la arena. Del barrio de Liberties, día de paseo. Mrs. Florence MacCabe, viuda del extinto Patk MacCabe, sinceramente llorado, de Bride Street. Una de su hermandad me sacó guañiendo a la vida. Creación desde la nada. ¿Qué tiene en el bolso? Un engendro con el cordón umbilical arrastrando, amorrado en paño bermejo. El cordón de todos enlaza con el pasado, cable cabitrenzado de toda carne. Por eso los monjes místicos. ¿Querríais ser como dioses? Miraos vuestro omphalos. ¡Oiga! Aquí Kinch. Póngame con Villaedén. Alef, alfa: cero, cero, uno.

Esposa y compañera de Adán Kadmon: Heva, Eva desnuda. Ella no tenía ombligo. Mirad. Vientre sin
mácula, bien abombado, broquel de tensa vitela, no, grano blanquiamontonado naciente e inmortal, que existe desde siempre y por siempre. Entrañas de pecado.

Entrañado en la oscuridad pecaminosa estuve yo también, concebido no engendrado. Por ellos, el hombre con mi voz y mis ojos y una mujer fantasmal de aliento a cenizas. Se ayuntaron y desjuntaron, cumplieron la voluntad del apareador. Desde antes de los tiempos Él me dispuso y ahora no puede disponer lo contrario ni nunca. Una lex eterna Le atenaza. ¿Es ésa pues la divina sustancia en la que el Padre y el Hijo son consustanciales? ¿Dónde está el pobre de Arrio para meterse dentro y ver qué pasa? Guerreando de por vida por la contransmagnificandjudeogolpancialidad. ¡Aciago heresiarca malogrado! En un excusado griego exhaló su último suspiro: euthanasia. Con mitra de abalorios y con báculo, instalado en su trono, viudo deuna sede viuda, con omophonon envarado, con posaderas aglutinadas.

Los vientos potreaban a su alrededor, vientos cortantes y apasionados. Llegan, las olas. Los hipocampos crestiblancos, tascando, embridados en fúlgidos céfiros, los corceles de Mananaan.

No debo olvidar su carta para la prensa. ¿Y después? El Ship, doce y media. Por cierto lleva cuidado con ese dinero como buen joven imbécil. Sí, debo hacerlo.

Aflojó la marcha. Veamos. ¿Voy a casa de tía Sara o no? La voz de mi padre consustancial. ¿Te has topado últimamente con tu hermano Stephen el artista? ¿No? ¿Seguro que no está en Strasburg Terrace con su tía Sally? ¿Es que no sabe volar más alto que eso, eh? Y y y y dime, Stephen ¿cómo está el tío Si? ¡Ay, por Cristo bendito en lo que me he metido! Los zagales subidos en lo alto del pajar. Ese contable de pacotilla borracho y su hermano, el cometa. ¡Muy respetables gondoleros! Y el bizco de Walter tratando de señor a su padre ¡nada menos! Señor. Sí, señor. No, señor. ¡Ay, Jesús crucificado: no me extraña! ¡Por Cristo!

Tiro de la campana resollante de la casita cerrada: y espero. Me toman por un cobrador, escudriñan desde un punto estratégico.
-Es Stephen, señor.
-Déjalo entrar. Deja entrar a Stephen.
Un cerrojo que se descorre y Walter me da la bienvenida.
-Pensábamos que eras otra persona.
En su cama ancha siyo Richie, almohadillado y envuelto en una manta, extiende sobre el montículo de sus rodillas un antebrazo membrudo. El pecho limpio. Se ha lavado la parte de arriba.
-Buenas, sobrino. Siéntate y anda.
Deja a un lado la bandeja donde garrapatea los costes para los ojos de don Dundo y de don Shapland Tandy, archivando poderes e investigaciones y un mandamiento de Duces Tecum. Un marco de aliso sobre su cabeza calva: el Requiescat de Wilde. El zureo de su silbido equívoco hace volver a Walter.
-¿Sí, señor?
-Güisqui de malta para Richie y Stephen, díselo a madre. ¿Dónde está?
-Bañando a Crissie, señor.
La compañerita de cama de papá. Cachito de amor.
-No, tío Richie ....
-Llámame Richie. Maldita sea tu agua de litina. Te rebaja. ¡Güisqui!
-Tío Richie, de verdad ....
-Siéntate o demontres que te tumbo.
Walter se despestaña en vano buscando una silla.
-No tiene dónde sentarse, señor.
-No tiene dónde ponerlo, bobo. Trae la silla chippendale. ¿Te gustaría comer algo? Nada de tus malditos remilgos en esta casa. ¿Una buena loncha de panceta frita con un arenque? ¿De veras? Pues tanto mejor.
No hay nada en la casa salvo píldoras para los dolores de espalda.
All’erta!

lunes, 17 de mayo de 2010

Anécdotas Uliseicas

-¿La cuenta, señor? dijo, deteniéndose. Bueno, son siete mañanas una pinta a dos peniques hacen dos sietes lo que hace un chelín y dos peniques por un lado y estas tres mañanas un cuarto a cuatro peniques hacen tres cuartos lo que hace un chelín. Eso hace un chelín y uno con dos eso es dos con dos, señor.

Y un acertijo:

El gallo ha cantado,
el cielo cobalto:
campanas en las alturas
dan las diezy una.
Hora es que esta pobre alma
ascienda a las alturas.

Qué es?


El zorro enterrando a su abuela bajo un acebo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Donde se cuenta la historia del intento de destruir a un "catus" por parte de su propietario

Érase que se era un hombre que odiaba a su gato, ya que parecía que todo lo que hacía éste era para joderle, ya sea estropearle la siesta, llenarle de pelos el sofá, arañarle cuando quería acaricirale u ocupar el sofá justo cuando él iba a recostarse...en fin, una pesadilla de gato. Solución, eliminarlo.

Pensó cómo liquidarlo: "Ya sé, lo meteré en un saco y lo llevaré al bosque y seguro que no sabrá volver". Acto seguido lo mete en un saco y se lo lleva allí abandonándolo. Feliz, vuelve a su casa. Abre la puerta y, sorpresa, el felino, como el dinosaurio, seguía allí.

Tenía que idear más y en éstas pensó: "Ya sé, lo meteré en el saco y me lo llevaré a la montaña, donde seguro que no sabrá volver". Acto seguido coge al gato y se lo lleva a una montaña y lo abandona dentro del saco. Vuelve a su casa "et voilà", hételo allí esperando su ración de comida relamiéndose muy felizmente.

Ocurriósele lanzarlo al mar en un saco lleno de piedras y candado de acero para que se hundiera y falló. También se lo llevó a la Antártida para que muriera congelado y casi es él el que se congela. Igual resultado tuvo llevárselo al volcán Eyjafjalla y tirarlo por el cráter, pero antes de hacerlo el gato había desaparecido y acabó cayéndose él. Conclusión, el hombre directo al hospital con quemaduras de quinto grado y el gato con él a hacerle compañía...¿o tendría que decir a jodérsela?

Todo cubierto de potingues, el hombre seguía maquinando. Y de tanto pensar y pensar que le salieron ampollas y quemaduras mentales, pero encontró LA SOLUCIÓN. Era tan destructiva y mortal que ni a Nietzsche se le hubiera ocurrido. Llevaría al gato hasta la Luna. Exclamó: "¡Eureka, de ésta sí que no te salvas, maldito cabrón roba-sofás! ¡Muajajajaja!".

Ya recuperado, coge la caja, bien la encadena y sella y se marcha. Va hasta la estación espacial y se compra un billete dirección la Luna como el que se compra un billete dirección Moncada. Ya allí, coge la caja, la abre para finalizar el trabajo que casi le cuesta la vida y en éstas exclama: "¡Mierda, me he olvidado de meter el gato!¡Noooo!".

Desgraciadamente, el "pobre hombre" no tiene combustible para volver a su casa y está condenado a morir en aquel paraje solo y asfixiado. O debería decir afortunadamente pues definitivamente se había librado del gato...¿o el gato se había librado de él? Nunca lo sabremos.