viernes, 27 de febrero de 2009

De cómo entro en palacio

Año vigésimo primero del reinado de Valentiniano III, idus de Maius, día en que entré a formar parte de la corte como ayudante de cronista. Para los lectores XV-V-CDXLV.

Roma está patas arriba. Los soldados saquean buscando pruebas para arrestar y acusar a profesantes maniqueos, en su mayoría medas o persas. La causa es el edicto firmado por el emperador con el cual se condena la práctica del maniqueísmo, causa por la cual me dirijo a palacio a acusar conocidos. Es la labor de todo buen cristiano condenar y evitar la difusión de herejías como ésta, el arrianismo, el monofisismo, el nestorianismo, y un montón de herejías cristológicas surgidas a raíz de las discordancias entre Occidente y Oriente, entre Iglesia e Imperio, etcétera.

Después de chocarme con una infinidad de gentilicios diferentes, sobre todo medas, persas y babilonios y que soldados me detengan para preguntarme los motivos de mi marcha por la ciudad llego a palacio. Los guardias me registran y me dejan pasar. Ya dentro de palacio me fijo en el lujo de éste. Gente limpiando y arreglando los desperfectos. Columnas muy altas con techos llenos de ornamentos. Delante de las puertas, bustos de emperadores, como César, Marco Aurelio o Constantino.

Entro en la sala principal. Más bustos y estatuas. En el centro una gran estatua de César Augusto Constantino y César Octaviano Augusto, rodeados de serafines todos de oro a diferencia de los Césares que eran de bronce, he aquí la diferencia entre el poder divino y el poder terrenal y finito. Al lado de la estatua se encuentran dos senadores hablando entre ellos. Vestían las típicas togas blancas que caracterizan la curia romana (sólo los ciudadanos romanos y patricios pueden llevarla y es considerado un insulto que un ciudadano no romano la lleve). Me acerco y les pregunto:

-Disculpen, tengo que hablar con el secretario de palacio para acusar a unos maniqueos. ¿Dónde...-me interrumpen bruscamente:

-¡¿Te crees que soy el guía o qué?! ¡Búscala por ti mismo, perro!- me voy precipitadamente. La tensión en la calle también se respira en palacio por lo que veo, aunque simplemente es una excusa. Hoy en día ni los senadores tienen buenos modales.

Llego finalmente al cuestorado de palacio, donde se rigen los asuntos que conciernen al Emperador y al Imperio. Allí sentado se encuentra el secretario dictando sentencias con cara de angustia. Al verme entrar silba y a continuación aparece un muchacho por una puerta y se lleva todos los pergaminos con las sentencias. Me pregunta:

-Ave. ¿Qué desea?

- Ave, mi nombre es Constancio y me persono ante usted por varios casos de herejía. Como muy bien debe saber usted, por ser secretario, está condenada en territorio romano cualquier doctrina o práctica religiosa diferente del credo Niceno. Así pues debo decirle que por el edicto firmado por el emperador, en el día de ayer por el cual se condena el maniqueísmo, que…-el secretario me mira con la frente arrugada y la ceja arqueada

-Bien escucharé sus alegaciones mediante las cuales quiere usted condenar a sus conciudadanos. ¿Puede darme pruebas?

-Pruebas. ¿Qué pruebas son mejor que la verdad? Y la verdad es que esos extranjeros, que tienen la desfachatez de vivir y de gozar de la buena vida romana, aunque en los últimos tiempos la vida es más difícil y nuestra economía no está en su mejor momento pero eso no quita que somos la mayor potencia del mundo y que todos los pueblos tienen que admirar el modo romano, bla bla bla, ñañañaña.

El secretario continúa ceñudo. No sé qué pensará pero seguro que nada bueno. Al final, por qué me las doy de sabiondo sino sé nada de asuntos de palacio. Hay demasiada burocracia de por medio y si sigo así, cansaré al secretario y ordenará que me echen de palacio. Se correrá la voz de que Constancio Sexto Marciano ha sido expulsado del Cuestorado y mis amigos se reirán de mí. Ya oigo sus rebuznos. Tengo que evitarlo, venderé cara mi vida. Que se atreva este mindundi a decirme que me saca de palacio que…-interrumpe mis pensamientos.

-Oiga plebeius. ¿Por qué no entra a trabajar en palacio? Me cae bien, tiene las ideas claras y sabe lo que se debe hacer. Voy a proponerle al cronista Flavio Quinto Metelo para que sea su ayudante. Sé que es un tanto repentino, pero vamos falto de personal y gente con su moral son necesarios en esta época que nos ha tocado vivir. Ahora puede marcharse, mañana irán a llevarle la notificación de adhesión. Ave.

Consternado y con los ojos como platos salgo del palacio. Voy dándole vueltas a todo lo dicho por el secretario y en lo repentino de su decisión. “Mañana será otro día”, me digo. Y sí, lo será.

Mi nombre es Constancio. Carpintero de oficio. Un día mis padres me pillaron con una muchacha de abundante delantera y me obligaron a casarme con ésta fulana, por lo que me vi obligado a abandonar Hipona, en el norte de África e ir a Roma, donde nadie me conocía. Dio la casualidad que a los pocos días los vándalos asediaron y saquearon la ciudad, muriendo en ella mis padres y también Agustín de Hipona. Hace 15 años, en el CDXXX.

5 comentarios:

J. Guasch dijo...

OUh!

Quina sorpresa que comencis un relat així (no pel tema, l'estrany seria que fos un altre), però m'agrada que li agafis el gust a l'escriptura.

Enhorabona per saber crear una història prou amena, connectant fets històrics que poca gent de la nostra edat domina, però amb prou agilitat per no fer-ho pesat.

Però... alerta! No deixis que la història cobri vida pròpia i pugui amb tu, continua controlant-la, que no és tasca fàcil.

Seguirem en contacte, adewww

Jose's Beauty dijo...

"-Disculpen, tengo que hablar con el secretario de palacio para acusar a unos maniqueos. ¿Dónde..."

Jajaja. M'he partit amb això! Vaja personatge akest Constancio.

No sé si es refereix a això el Joan però aquest cop he vist massa teca històrica i jo privilegiaria la història narrativa pq la info històrica q escrius es nota q està analitzada des d'un context molt contemporani. Que han passat segles i s'ha estudiat i contrastat tot molt b. No crec que un romà de l'època pogués fer aquest anàlisi tant acurat i global. Pq et facis una idea del q vull dir, em trec dos models de la màniga en relats hisòrics: Cuentame i qualsevol sèrie hstòrica de tv3. En el segon cas foten tantes dades històriques i socials totalment filtrdes i analitzades q la història perd força i a Cuentame cuiden la història sobrtot sociologicament i ax`ja et dóna idea del q va passar històricament... ÉS gust personal de tota manera...

Ulises dijo...

Home nano, la idea és aquesta. La idea es que clar, té que ser una història en un context històric molt exacte però a l'hora la majoria de gent qeu el llegeix no té ni puta idea d'aquesta època, per tant tinc que fer observacions vistes des de 40 anys en el futur. En principi seria la idea de que Constanci ho narra tot en primera persona, però hi ha moments en que s'explica tot des d'un òptica del futur, sobretot per fets ocorreguts a un passat no molt llunyà. I sí, no he volgut fer molta "teca" històrica perque com bé he dit, no en tinc gaire dades sobre l'època i el que he fet és traslladar molta de la matèria que tenia en temps anteriors i posteriors i plasmar-la aquí (època de Teodosi I i d'Anastasi). Així que bueno, lo important és passar-s'ho bé llegint-la, la teca històrica la deixo pels articles històrics.

Joan gràcies pel comentari! Encara que no sé si serà molt amena, tinc unes idees bastant avançades de com continuarà, però ja veurem...Ens veiem pel pis.

Madame Blavatsky dijo...

Estoy de acuerdo con jose en que debes intenar diluir la información estrictamente histórica en el cotxto ficticio, auqnue nadie dijo que eso fuera fácil. Ya te di una idea que se me ocurrió, creo.

Me he reído mucho, sobre todo con la conversación de hacia el final,y con cómo constancio se monta la paranoia y al final le interrumpen los pensamientos. Es muy gracioso. No he leído el Pomponio Flato de Mendoza, pero se me antoja muy similar... sigue con ese estilo, está cuhlo. Luego mi carcajada más estrepitosa ha sido para la "muchacha de abundante delantera", muy buen punto. Este Constancio es un jefe. jeje

Ulises dijo...

Pues ahora qeu lo dices, Pomponio Flato tiene pasajes que se asemejan bastante. Sobretodo su patosidad, aunque su carácter difiere. Yo lo empecé a leer pero no me lo acabé, no me gutaba demasiado y mira que Mendoza me gusta.

Intentaré cambiar cuatro cosillas, a ver como va la cosa.